Todavía recuerdo nuestro paseo por la calle Aguacate en La habana Vieja, en el que mi marido, Óscar y yo nos paramos delante de una pequeña terraza en la que un señor leía sentado a la sombra rodeado de hermosas tallas de madera.
Corría el año 1999.
Obviamente no nos resistimos, entramos, compramos una de las máscaras que hoy cuelga y da la bienvenida en nuestra casa, pero lo interesante vino después.

Hablamos de cómo hay que reinventarse cada día. Unas veces la vida te invita a comer un bocadillo en el metro de Barcelona, otra te agasaja en el restaurante más exquisito de París.
Esa Navidad del 99 nos felicitaste con una bonita tarjeta que nunca fue respondida. Más vale tarde que nunca.
Ahora te encuentro en Internet, tu desarrollo artístico se consolida, te subastan reconocidas firmas, te mueves por galerías de arte como pez en el agua , tu curriculum es apabullante pero, tu filosofía de vida se mantiene «...porque en Cuba para tomarle el pulso al arte –como a la vida- debe dejarse caer por los intersticios de esta ciudad que, a veces parece derrumbarse para renacer de nuevo cada amanecer con olor a Caribe y sonido musical de son».

Estoy segura que, como predices con tus cuadros, la vida nos hará encontrarnos.
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