martes, 9 de noviembre de 2010

Gracias Señora


Arreglada como nunca, vagaba por la calle Alcalá.
Empujaba su carro, su casa, obligada a abandonar por unas horas.
La MTV, a quien no tenía el placer de conocer, le había levantado su morada.
Sin embargo ella estaba encantada, nunca había sido anfitriona de tantas personas.
Contenta como siempre, estuvo a la altura.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Dura realidad

¡Maldita semana con el mundo en contra!
Echo el coche a la cuneta, camino de Castilla.
Me tiro al campo, quiero sentir el sol en la cara.
Pero… ¿por qué los girasoles me dan la espalda?

miércoles, 27 de octubre de 2010

Educación Primaria

El crío pidió permiso y tomó asiento.
A su parada, sintió molestar de nuevo.
Se despidió.
Caso raro.

lunes, 25 de octubre de 2010

Cuestión de tiempo

Me llevó dos meses poner mi tarjeta en su mesa.
Tres tiempos a él, ponerla en la papelera.
¡Capullo!

domingo, 24 de octubre de 2010

¡Ay mi vida!


Vida, al fin un momento de calma.
Expiro, miro mi mano ajada, sonrío, inspiro.
¡80 años no es nada!

jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas LLosa, Premio Nobel de Literatura 2010



Así escribe un Premio Nobel...¡Enhorabuena Maestro!


"...Entiendo que usted corre tabla hawaiana en las encrespadas olas del pacífico en el verano, en los inviernos se desliza en esquí por las pistas chilenas de Portillo y las argentinas de Bariloche, suda todas las mañanas en el gimnasio haciendo aeróbicos, o corriendo en pistas de atletismo, o parques y calles, ceñido en un buzo térmico que le frunce el culo y la barriga como los corcets de antaño que asfixiaban a nuestras abuelas, y no se pierde partido de la selección nacional, ni el clásico Alianza Lima versus Universitario de Deportes, ni campeonato de boxeo por el título sudamericano, latinoamericano, estadounidense, europeo o mun-dial, ocasiones en que, atornillado frente a la pantalla del televisor y amenizando el espectáculo con tragos de cerveza, cubalibres o Whisky a las rocas, se desgañita, congestiona, aúlla, gesticula o deprime con las victorias o fracasos de sus ídolos, como corresponde al hincha antonomásico. Razones sobradas, señor, para que yo confirme mis peores sospechas sobre el mundo en que vivimos, y lo tenga a usted por un descerebrado, cacaseno y subnormal. (Uso la primera y la tercera expresión como metáforas; la del medio en sentido literal. )Sí, efectivamente en su atrofiado intelecto se ha hecho luz: tengo a la práctica de los deportes en general, y al culto de la práctica del deporte en particular, por formas extremas de la imbecilidad que acercan al ser humano al carnero, las ocas y la hormiga, tres instancias agravadas del gragarismo animal. Calme usted sus ansias cachascanistas de triturarme, y escuche, ya hablaremos de los griegos y del hipócrita Mens sana in corpore sano dentro de un momento. Antes debo decirle que los únicos deportes que exonero de la picota son los de mesa (excluído el ping-pong), y de cama (incluída por supuesto la masturbación). Ahora, podemos hablar de los griegos, para que no joda más con Platón y Aristóteles..."



Mario Vargas Llosa, Diatriba contra el deportista.

lunes, 4 de octubre de 2010

Navidades en Finlandia

No sería capaz de explicaros cómo Ramiro y yo hemos llegado hasta aquí, y no por falta de razones desde luego, sino porque encontrar una, sólo una razón, que aporte un poco de cordura sobre tantas otras, sería tan difícil como matar alguna de las pulgas que practican salto de longitud en la colchoneta que soporta mi magullado culo.

Ramiro y yo somos amigos desde hace 43 años, los dos tenemos la misma edad, nacimos en el mismo mes, en el mismo pueblo de Ávila, las cortinas bandoleras que cubrían la puerta de su casa se enrollaban con las cortinas bandoleras de la puerta de la mía. Es decir, vivíamos frente a frente.

A los 30 años, los dos decidimos viajar a Madrid, por eso de las posibilidades que te ofrece la capital. Ramiro, con su heredada genética peluquera, montó RU&LOS, que pronto se convertiría en la peluquería del barrio. Se casó con Sara, su oficial primera, tuvieron dos hijas. Hace cinco años, Sara les abandonó mientras pedían helados en «Coppelia», una heladería de Calpe, donde solían pasar sus vacaciones. Desde entonces Ramiro vive con sus RU&LOS, sus hijas y los pocos momentos de dispersión que le proporciona su Madrid.

Por mi parte, ni me he casado, ni creo en lo más remoto que piense hacerlo. Me gustaba Sara, pero como siempre, no era amor, sino el constante reto personal de «levantar» las novias a Ramiro, era mi deporte favorito. Pero a ella le concedí el indulto, sabía que a Ramiro le gustaba de verdad.

Por cierto, me llamo Tomás, soy propietario del bar del barrio y culpable de inventar tantas historias como mi orgullo y la gente que me rodea es capaz de soportar.

La que os voy a contar comenzó hace 15 días, precisamente con un «calentón» dialéctico con la barra de mi bar, plena de tortillas, pinchos de morcilla y panceta, como mediadora inerte entre Félix el tapicero y un servidor. El motivo, fardar sobre las vacaciones de Navidad de cada uno, y os puedo asegurar que mi entrenamiento para ganar el combate había sido exhaustivo. Ya os adelanto que gané por KO el primer asalto.

Me sabía ganador, me arreglé de domingo, con mi LACOSTE rosa con los cuellos levantados, mi cordón de cuero con el amuleto del mercadillo de Ibiza y mi melenilla bien peinada con cierto desorden en el medio de la raya. Acaparar la atención bien se merecía una loción de Cacharel.

-Sí señor, amigo Félix –repliqué soberbio-. Ramiro y yo nos vamos a cazar osos a Finlandia, todo está preparado. He leído que en tribus como la Kutenai, al Oeste de California, la ceremonia del Oso es rito de habilidad sexual y gran valor.

-¡Vamos anda! –respondió el tapicero -. Supongo que ahora me dirás que de eso Ramiro y tú vais «sobraos».

Como nunca me he llevado bien con la gente envidiosa, no mereció la pena advertirle que el mismísimo Rey es uno de los habituales en estas cacerías, con el que luego, en cena privada, se comparte foto con la piel del plantígrado de mantel.

Bien amigos, pues entre pieles, ritos sexuales y aromas de ganador, allí estábamos mi amigo y yo, en el grandioso aeropuerto de Vantaa, en Helsinki, construido para los juegos olímpicos del 52 como prototipo para todas las naves de Ikea del mundo.

-De verdad, Tomás, algo me dice que esto no va a salir bien, otra vez aquí – comentaba nervioso Ramiro-. Esto no me da buena espina, me trae malos recuerdos.

Debo deciros que no era la primera vez que Ramiro y yo aterrizábamos en Vantaa. Hacía cinco años, cuando Sara desapareció de su vida, quise regalar a mi amigo unas inolvidables vacaciones.

Imaginaos, el mejor hotel en la región de Helventijarvi, en pleno parque nacional, baños en la sauna finlandesa dentro de la nieve para que Ramiro activara su circulación y de paso su mente enloquecida por cuernos, soledad y exceso de responsabilidad. Y cómo no, el típico paseo en trineo de perros. Eran las 10.00 h. de la mañana, lo recuerdo perfectamente. Ni bullicio , ni agonías, sólo las zarpas de los Husky en la nieve, el trineo y nosotros. A Ramiro le entró pánico, el Husky comenzó a correr bosque a través, haciendo slalom con todo lo que encontraba en el camino. Ramiro era un objeto pelele zarandeándose entre la nieve, a momentos carambola con los troncos de los abedules, a otros con las rocas fragmentadas, para terminar tragando rabo de perro y pelos de la manta.

La cabaña del guardabosque estaba abierta, el perro en un ataque descontrolado entró en ella. En aquel momento el guardia, que salía disfrutando con la subida de su bragueta, se encontró de frente con la bocaza de un perro enloquecido que de un mordisco le arrancó la oreja izquierda.

Debo reconocer que las horas posteriores a la tragedia no fueron precisamente lo mejor de aquellas vacaciones.

-Calla de una vez, aquello ya pasó. En estas navidades todo va a salir bien -tranquilicé a Ramiro -.

Había contratado todo el viaje con una empresa especializada en aventura y cacerías. La Hunter Company, me habían dicho que era la mejor. A través de ella nos habíamos colado en una cacería privada, ya que en Finlandia los derechos de caza corresponden a los propietarios de las tierras. Los permisos de caza se autorizan por un guía local debido a que la caza de algunas especies está limitada. Precisamente este año la caza de osos pardos estaba limitada a 81 unidades.

-Mira Ramiro, fíjate en esa azafata rubia, no hace más que susurrarte su nombre –le advertí -.

-Tervetuloa –dijo amablemente la azafata dirigiéndose a nosotros.

-Ramiro Pedroso y Tomás Alcázar para servirla, señorita -contesté.-

-Tervetuloa -volvió a repetir señalando nuestros torsos.

Nos quedamos paralizados, aquella mujer se había fijado en nosotros.

-Por favor, la señorita les da la bienvenida en finlandés a la vez que solicita su pasaporte –nos advirtió un guía de la compañía.

-OK, OK – decíamos mientras buscábamos los libritos en cuestión e intentábamos recordar la dichosa palabreja que tan alto había hecho volar nuestra imaginación.

Nos dirigíamos hacia un mostrador donde habían depositado nuestras armas y con ellas el permiso de importación expedido, previo pago, por la policía local.

Por alguna extraña razón Ramiro comenzó a sudar, reacción fisiológica contraria a los 16 grados bajo cero que marcaba el termómetro de aquella aduana.

Todos los trámites en orden. La aventura comenzaba subiéndonos al autocar que nos llevaría al Parque Nacional de Nuuksio en la región de Etiäinen a 90 minutos de Helsinki. Eran ya las 00.30 horas, nos recomendaron dormir unas 5 horas, ya que al amanecer tendríamos la prueba de tiro que se realizaba en el propio hotel.

He de decir que Ramiro no pasó buena noche. Yo supuse que las cabezas disecadas colgadas en cada centímetro de aquella cabaña, aunque típicas no eran tan agradables como las fotos de las Murallas de Ávila colgadas en mi bar.

-Ramiro, coño, ¿quieres tranquilizarte? –le increpé. Reconozco que los cuernos te pongan de mala leche, pero intenta integrarte en el ambiente.

A las 6.00 de la mañana todo el grupo estaba en el campo de tiro situado al lado del complejo turístico. La prueba era sencilla, había que disparar unas dianas fijas y móviles desde una distancia de 75 metros.

Reconozco que las salidas a cazar liebres en el pueblo con mi padre, que las clases que había dado un par de semanas antes del viaje y tener de vecina a una funcionaria del Ministerio del Interior a la que llevaba invitándola a desayunar unos cuantos días para conseguir ambas licencias de tiro en España, habían resuelto con cierto éxito la situación. Contento con la prueba superada, me volví para dejar paso a mi amigo.

Ramiro estaba inmóvil, yo diría que amarillo, me temía lo peor.

-Amigo, te toca a ti –le advertí dándole el arma.

-No puedo hacerlo, Tomás, no sé disparar. No acertaría ni al Arco Iris.

-Pero… Pero, no puedo creer que no fueses a las clases de tiro que te contraté.

-Ya sabes –me respondió angustiado-. Yo estoy solo, he tenido mucho trabajo, las niñas han estado con los exámenes de la primera evaluación…

Ramiro me miraba confuso y arrepentido de estar allí.

-Está bien, no te preocupes, aquí está tu amigo para resolver la situación –le tranquilicé cogiéndole del brazo. Tú haz, exactamente lo que yo te diga. (Pensé por unos instantes.) Tírate al suelo, ¡tírate al suelo, deprisa! –le dije casi haciéndole una llave de judo.

-¿Qué haces? ¿Has perdido el juicio? -me contestó mientras se lanzaba cuerpo a tierra.

La gente de la Hunter Company se apresuraron al incidente.

-Tranquilos -les dije-. Ha sido una bajada de tensión, sin duda la noche solar del viaje le ha desequilibrado, creo que lo mejor será que vayamos al hotel a cambiarnos para comenzar la cacería. No se preocupen por mi amigo, es campeón de tiro de Piedrahita.

Nada hizo sospechar al grupo, mucho más preocupados por la salud de mi amigo y el color de su noche solar.

Ya equipados con lo necesario para adentrarnos en el bosque, el guía experto nos daba las últimas instrucciones en el lobby del complejo. A nuestro grupo le había correspondido cazar al último oso de los 81 autorizados en la temporada. Nos moveríamos juntos. Nos hablaba de olores desagradables, sonidos que debíamos evitar o utilizar como señal de que la presa podía estar cerca. Signos de zarpas en los troncos, huellas en las hojas secas… en fin, todo un ritual digno de tener en cuenta por todos.

Por cierto, en nuestro equipo de seis, conjugábamos dos franceses, dos portugueses y yo, ya que ni el Rey ni mi amigo estaban en aquella reunión.

De pronto, todos giraron sus cabezas hacia la escalera, el guía experto abría tanto sus ojos que bien se podía pensar que se había colocado dos linternas por pupilas. Me volví… Aquello era una visión, voy a intentar describirla.

Ramiro apareció enfundado en un traje seudo astronauta de color naranja . Era de una pieza y cubría desde el cuello hasta los tobillos, dónde se dejaban ver a presión unas botas de piel vuelta. En la cabeza, una gorra roja.

-El color naranja enfurece a los osos, Sr.Pedroso -dijo el guía con voz rotunda-. Pondrá en peligro al equipo .

-Lo siento, ya sabía yo que en algo me equivocaba, ahora mismo me cambio.

Ramiro, antes de volver abochornado a la cabaña, me reconoció que las prisas le habían llevado a adquirir el traje la tarde antes del viaje. Entró en una tienda especializada y pidió el equipamiento para la caza de temporada en Finlandia. Efectivamente, amigos, la caza de temporada en Finlandia es la del alce, cuyo equipamiento, por su color, podría haber inspirado a los mismísimos creadores de la bombona de butano.

A los diez minutos, Ramiro se encontraba de nuevo con nosotros, su atuendo probablemente le haría pasar algo de frío, sobre todo por los pies.

-¿Puedes explicarme qué tipo de calzado te has puesto para cazar un oso pardo? -le espeté un poco cansado.

-Qué quieres, he tenido que rajar las botas de piel vuelta para poderme quitar el traje de alce – ijo muy seguro de sí mismo-. Con las botas sólo he traído los «castellanos» que me regaló Paulita por mi cumpleaños, por si salíamos alguna noche a bailar. Por cierto, como no me los pongo nunca me van acribillando los juanetes.

Por fin estábamos en la ladera desde la que partiríamos hacia Tikankontti, la zona donde supuestamente el oso había dejado la última huella doce horas antes.

La subida no era empresa fácil. El sendero estaba pleno de hielo que minaba el camino de falsos suelos que cubrían charcos de agua congelada. A ratos ramas mojadas, a ratos nieve que ponía a prueba el mejor equipamiento de cintura para abajo.

Si para el equipo era complicado avanzar, para mi amigo era casi misión imposible, iba cantando línea en cada paso. Cinco resbalones por las suelas de tafilete, tres mamporros al intentar levantarse. Siete veces, siete, tuve que trincarle por la cintura porque sus lindos zapatos de Fred Astaire se hundían en la nieve como piedras en un soufflé. Y ¡bingo!, sí, amigos, finalmente cantó bingo.

Volví mi cabeza para recriminar, una vez más a Ramiro su falta de oportunismo respecto a su indumentaria. Pero para mi sorpresa, no para la del resto, ya que se habían distanciado unos metros mientras nosotros bailábamos algo parecido a un tango «agarrao», mi amigo, y espero que a este momento, amigo de todos vosotros, se encontraba practicando «pozzing». El figura había hecho diana en el centro de un gran charco helado, cubierto de hojas cuya gélida plataforma no había soportado los 103 kilos de peluquero, sumergiéndole en instantes en un pozo de un par de metros de profundidad.

Cuando por fin logré arrojar a la superficie a Ramiro, no con poco miedo de pensar en las consecuencias que para él iba a tener tanta mojadura, me apresuré a pedir ayuda al grupo. Pero no había grupo, ellos habían continuado con el desarrollo natural del recorrido. Naturalmente.

-Tranquilo, volveremos al punto cero como estaba establecido en el plan de contingencia –le dije intentando sosegar su tiritona-. Vamos rápido, antes de que el agua entre en el tuétano del último de tus huesos.

-Tomás, Tomás, ¿has oído eso? -lloriqueó entre dientes-.

Efectivamente, detrás de los dos árboles que flanqueaban el pozo, un sonido seco, corto, un roce entre dos materiales rugosos, un perforador «raaaaassshhh», heló la poca cantidad de sangre que debía quedarnos a 37 grados.

-Levanta el arma, colócate detrás de mí –le ordené, recorriendo con mi mirada toda la zona.

Sentí angustia, y el estúpido remordimiento tardío del porqué de aquella maldita fanfarronada con el tapicero. Era la primera vez que nuestras vidas estaban en real peligro. Estábamos solos, sin saber qué hacer. El grupo probablemente se encontraba a buen resguardo. No soy muy listo, pero lo suficiente como para comprender que donde Ramiro había hecho «pozzing», pudiera ser precisamente una trampa para osos, y si eso era así, la idea de poder estar en terreno enemigo cobraba mayor peso.

-No hueles eso –susurré-. El guía nos advirtió que un fuerte hedor fecal es signo incuestionable de que el oso está cerca. Parece ser que lo provoca su piel rozada cuando el animal presiente peligro- le expliqué a Ramiro, prácticamente entre arcadas debido al inmundo olor a mierda.

-Tomás, el olor es mío. El miedo y los arenques del desayuno van a hacer que prefiera morirme en este momento.

-Sepárate de mí, ¡por Dios!, con cuidado –exclamé volviendo mi cabeza hacia atrás.

Tan pronto me repuse, la escena me sorprendió. Una gran roca envuelta en agua, barro y nieve crecía en tamaño y se alzaba más de dos metros ante nosotros. Un oso, con el pecho pardo y herido, soltando el rugido más abrumador y feroz que había oído jamás, cerró mi mente y mis ojos al momento de correr hacia atrás tan rápido como pude, tropezando y maltratando mi espalda y mi cabeza con toda el maldito decorado de aquel trozo de bosque.

Ramiro tuvo tiempo de disparar por encontrarse unos metros retrasado. Yo no acertaba a ver qué había sucedido, todo era confuso.

-Aushtuffdek, invanjd lesftiot!!! Aushtuffdek, invanjd lesftiot!!! -fué lo ultimo que escuché.

Tras momentos de angustia y desfallecimiento, y comprobar que de ésta, mi alma aún no se separaba de mi cuerpo, perfilé la silueta de Ramiro al lado mío, llorando como un niño y haciéndome el boca a boca. Abrí los ojos y volví la cabeza. El oso estaba tirado en el suelo unos metros delante de mí. Un guardabosque, que para nosotros se apareció como el ángel de la guarda, estaba comprobando que el oso estaba muerto.

-Tomás, le he matado, he matado a un oso pardo -Ramiro gritaba, reía, lloraba, temblaba, y sobre todo, me abrazaba.

-¿De verdad está muerto? -pregunté-.

-Sí, mira, ese guardabosque nos lo va a confirmar. Venga, incorpórate, vamos a recoger nuestro trofeo.

El guardabosque, tirado al lado del oso, con un pequeño espejo arrimado al hocico del animal, y haciendo unos raros movimientos al lado de las orejas del plantígrado, parecía afirmar a su ayudante que aquel ritual confirmaba la defunción de aquella bestia. Llamaba la atención el mal genio del guarda y cómo increpaba a su ayudante a ponerse siempre a su derecha.

Finalmente se levantó afirmando con la cabeza que el oso estaba muerto. Se volvió a nosotros y de lo más profundo de mi estómago salió la mayor carcajada histérica que jamás pudieseis imaginar. A aquel guarda le faltaba la oreja izquierda, probablemente porque algún hasky del parque natural de la región de Helventijarvi en la que servía cinco años antes de ser trasladado al parque en el que nos encontrábamos, se la había arrancado de un mordisco mientras era capitaneado por un español a quien, sin lugar a las dudas, aquel sucedáneo de sheriff había identificado en aquel preciso instante.

Ramiro, embalsamado en sus harapos mojados, pringado con sus miserias de cuerpo para abajo, y sin sus mocasines, quedó inmóvil viendo como aquel personaje se acercaba a él con un papel de la mano.

-Vinders trubbikf menrkifgg, lsodeffiett abbbejetj inn Finnländ. Osdd ejter lodossht nuetjeijfokta. Troajjkt -decía mirando a nuestro guía, que había aparecido como un milagro.

-Nuestro grupo se había retirado al punto cero, por orden de la policía local. El oso que nos correspondía matar había sido acribillado por error, en la cacería del grupo americano. Ustedes han matado a la pieza 82 y eso está penalizado con la cárcel. –Nuestro guía continuaba: –No se preocupen, la Hunter Company ya ha iniciado los trámites para resolver la situación, pero esta noche deberán pasarla en el calabozo de la autoridad local, el guardabosque.

Desde esta colchoneta a rayas, mirando al techo de aquel pequeño calabozo con Ramiro a mi lado agotado por un exceso de hazañas, pienso en el tapicero, en el oso, y en mi dolida vanidad de ver cómo al lado de la Purísima, no estará mi foto con el rey, sino un certificado de expulsión de Finlandia amparado por algún artículo de su legislación que reproducido literalmente dice algo así como:

«Egsxpulsiaktion off Finnländ pojr iddiotans.»

Nota de la autora: Los textos en finés son más que libres, absolutamente inventados. Disculpen las molestias.
María Cabada
Madrid, Octubre 2010

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Todo pasó en el aire

El momento era confuso, los ojos de Sebastián tardaban en abrirse más de lo normal, estaban soldados a las legañas , al pus de las heridas que dibujaban dos grandes agujeros en su cara y a los golpes , que perfilaban abultados, la silueta de un antifaz ensangrentado. Poco a poco iba recibiendo sombras que, aunque abstractas, muy a su pesar podía identificar. Corchos mugrientos, montañas de zapatos incrustados en barro y en heces de animales, restos de comidas mohosas, cartones vacíos de vino barato, fotos rotas, facturas abandonadas al destino. Por la ranura de la puerta de aluminio, el sol del mediodía lanzaba los únicos fogonazos de naturaleza viva de aquella caravana. En el exterior, el mismo silencio molesto de todos los días.

La reacción al tremendo hedor a ácido podrido le asfixió la garganta haciéndole encogerse súbitamente. Las náuseas a su propio vómito, se habían convertido en un eficaz despertador.

- ¡Vaya amigo! Esta noche ha sido buena – Dijo tan alto como su afonía y ronquera le permitían.

Sus torpes movimientos hacían entender la dimensión del dolor que tenía su cuerpo. Finalmente se puso en pie, la ayuda del retrete y del lavabo le permitió escalar su metro noventa, el mismo metro noventa que, un año antes, trepaba por la escalinata del éxito. Doscientos dieciséis escalones separaban la arena de una cúpula que parecía querer tocar todos los cielos del mundo donde la instalaban.

- Sebastián, ¿estás ahí? – preguntó Damien, el “Payaso de las mil caras”. Debemos partir inmediatamente, la policía no nos concede un minuto más.

Damien, tiró de la manilla y abrió la puerta con precaución. Como todas las mañanas desde hacía un año, saber lo que se iba a encontrar al otro lado, se había convertido en el único espectáculo de aquel circo.

- ¡Por todos los infiernos!- Exclamó Damien abalanzándose hacia él. ¡Deja que te ayude! Y cogiéndole, justo en el momento antes de que las rodillas de Sebastián le volvieran a traicionar, le empujó sobre el ajado sillón de terciopelo rojo.

Sebastián llenó sus pulmones de aire, volvió a toser. Su cara estaba desfigurada, aunque la realidad no parecía ser peor que otras veces. Su cuerpo parecía responder al fresco que entraba por la puerta que Damien no había tenido tiempo de cerrar.

- Te prepararé un café, toma, bebe agua – le ofreció Damien . Mientras, con la otra mano, le pasaba un pañuelo húmedo por la cara, limpiando los restos de una larga noche.

- ¿A dónde partimos “Payaso de las mil caras? – Preguntó Sebastián con ironía. No me gusta la que tienes puesta esta mañana, no me hace reír, ni me hace feliz, me angustia – le reprochó Sebastián tirándole el vaso de agua a los pies.

- Es la cara del dolor al ver tanto sufrimiento en mi mejor amigo- replicó Damien con voz triste y cortada. ¿Cuándo vas a entender que lo que sucedió no fue culpa tuya? Miró a los ojos de Sebastián.

El Gran Sebastián, el mejor trapecista del mundo en realidad se llamaba Nicolás. Su abuelo y después su padre abandonaban el mundo cediéndole tres cosas , el circo , el título y la soberbia de superar él sólo los ciento setenta escalones que los dos juntos sumaban para alzar la atracción principal del Gran Circo del Aire . No entendía la vida sin su gente, sus animales, sus lonas piramidales. Todos eran nómadas encargados de llevar el espectáculo a los lugares más importantes del mundo.

Cuando Nicolás fue alzado con el título de Gran Sebastián fue una ceremonia única, en un paraje tan divino como todos en los que el Circo del Arte se situaba. Pero esta vez estaba siendo él el verdadero protagonista. Cuando se enfundó en la capa brillante, con el nombre que le acompañaría en los mejores momentos de su vida, estaba dejando tras de sí la inocencia de la juventud, al aprendiz. Ahora, él era el responsable de mantener aquel mito, recibido y alabado por Reyes, Presidentes y por el mismo Papa. Aquella noche, en la Plaza Roja de Moscú, el joven Nicolás se convertiría en el Mayor espectáculo del Mundo. Sus brazos quedaron inmóviles, su cuerpo tembloroso se sentó en el “Gran sillón de terciopelo rojo”, insignia del Gran Sebastián. Alzó la cabeza, sonrió, sus miradas se fundieron en una, como siempre desde hacía dos años.

Marieta, tenía tres años menos que él, se habían conocido en la escuela de Circo de Kiev. Su amor por las alturas y el riesgo les unió inmediatamente en un trapecio. Ella era rápida, sus giros en el aire desafiaban cualquier ley física. Se convertía en una estrella fugaz buscando siempre desaparecer entre los brazos de Nicolás. Él, sin embargo era fuerte, preciso y con el valor suficiente para alcanzar, en cada salto un escalón más hacia la cúpula. Aquella noche, el nuevo “Gran Sebastián” no defraudaría. Ascendería doscientos dieciséis escalones para lanzarse al vacío en busca de su estrella fugaz, era su salto mortal .

Todo estaba preparado. El Gran Circo del Aire, iba a serlo más que nunca ya que el desafío había requerido cambios en la estética de la Pista Central. La escalinata del trapecio desafiaba la Cúpula Mayor , y ésta había sido eliminada. Hoy el trampolín del “Gran Sebastián” pendía del cielo. Todos los focos debían de prestar su energía para no robar un solo instante de emoción a aquella capa única que en breves instantes se arrojaría al vacío de un sueño sin red. Marieta, balanceándose con más fuerza que nunca, sabía que en el segundo “cuatro” de ese sueño , se soltaría iniciando un bucle de vueltas que terminarían fundidas al paso de Nicolás. En ese momento, sólo en ese momento, como un único cuerpo se agarrarían al balancín auxiliar que con exactitud científica bordeaba sus movimientos a escasos milímetros. Todo estaba preparado. Absolutamente todo.

-Damas y Caballeros. Niñas y Niños - advirtió Damien, el Payaso de las Mil Caras . Desde el cielo de Moscú, vuelve más arriba que nunca “El Gran Sebastián”. Eco, silencio, un único respiro. Tambores.

Nicolás controló su corazón, tragó el aire de las estrellas. Arrancó de su mente la mayor orden de fuerza capaz de controlar cada músculo de su cuerpo en aquel lanzamiento. “Plié”…uno, dos, tres. El trampolín expulsó al Gran Sebastián alcanzando la postura correcta. Su cabeza y sus pies formaban un arco perfecto con la arena. Había alcanzado la potencia adecuada. Era perfecto. Las bocas del público no podían cerrarse, no podían dejar de gritar. Marieta no miraba. El rigor del salto, tantas veces ensayado, controlaba cada movimiento.

Tres… y . Nicolás lanzó sus brazos con fuerza. Marieta ya había llegado. El impulso del balancín había sido el adecuado, pero arrastró con él el movimiento de un gran foco instalado esa noche, más arriba que nunca, para inmortalizar la unión de ambos en el aire. Nicolás se deslumbró.

Cuatro…Los brazos no se encontraron. Marieta cayó a la arena. La boca de la gente se cerró. Sus ojos, también los hicieron.

El Gran Circo del Aire vagaba sin sentido por pueblos y discretos lugares. Doce meses sin éxitos. Los artistas fueron abandonando al “Gran Sebastián”. El mismo se abandonó.

-Duerme toda la mañana, el café te hará bien. Te he dado un analgésico para el dolor, y te he limpiado los golpes- le dijo Damien con voz triste. Deberías volver a amar la vida Nicolás, se lo debes a ella. Descansa, yo voy fuera a encargarme de la policía, replicó cansado.

Cinco horas después, una serpiente de ruedas y polvo llegaba a un pueblo dormido, sin habitantes, sin alegría.

-¿Anunció el Circo por megafonía, señor? – preguntó Silvio a Damien.

-No, todavía no, los animales duermen- respondió acercándose a la caravana del Gran Sebastián. Se paró frente a la puerta de aluminio, tiró de la manilla con precaución. La puerta, arrugaba con su movimiento la capa brillante tirada en el suelo, humillando el esplendor de tantas noches de éxito a hombros del “Gran Sebastián”. Nicolás no pudo con ella.

La puerta se abrió, el rostro de Damien se congeló. El “Payaso de las Mil Caras” nunca pensó que la suya podría reflejar tanta amargura.
María Cabada
Septiembre, 2010

lunes, 9 de agosto de 2010

Jabón Casero

Como me gusta estar tumbada en este interminable banzo de granito. El “gran sofá” como lo llamamos nosotros. Mi Malecón. Me encanta sentir la humedad de la piedra bajo mi espalda. Esa piedra sobre la que rompen todas las olas del día y de la noche, dejando paso a más olas, a más días, a más noches. Inspiro, porque me ahogo. Huele bien. Lo cubanos olemos bien, a jabón casero, dulce. Nuestras ropas también se lavan con sosa aromatizada y desinfectante. El olor viene y va gracias al vaivén de los trapos colgados en los balcones ruinosos, aspirando a ser reconstruidos.

Me abro la camisa, me encanta sentir como las gotas salpican mi pecho. Miro a las diez y por encima de botes de cola y ron, reivindicando, como de costumbre, su cubalibre, diviso la fortaleza del Morro. Expiro, sin importar el ruido que emite mi angustia. En el fondo, entre cientos de personas sentados a la puesta de sol, estoy sola. Los cubanos estamos solos.

Fue hace 5 meses cuando conocí a Ignacio. Yo estaba sentada en primera fila, como le gustaba a mi madre que estuviera, escuchando una de sus charlas sobre sexualidad y educación cubana tan apestosamente cínicas que a ella como Ministra del Régimen le tocaba impartir. Aquello vendía, sin importar la letra pequeña del contrato. Hablaba del respeto hacia la mujer cubana, de la dignidad y de la responsabilidad de los padres con los hijos.

Ignacio entró tarde a la sala, se cayó sobre mi sitio. Tropezó con mis piernas, ordinariamente estiradas y abiertas con el deseo de llamar a mi madre por su nombre. Era periodista, español. Mitómano de mi madre por cómo estaba luchando por defender los derechos de la mujer en un país con dos industrias, el sexo en la ciudad y el sexo en la playa. Eso lo digo yo. Él, tardaría un poco más en darse cuenta.

Pasamos la noche en el Hotel Nacional, como era de costumbre que sucediera cada vez que se organizaba una conferencia. Bajé al bar y comencé a tocar el piano. Estaba sola, con mis miserias, con mis sueños. Me llamo Eliane, soy pianista e hija bastarda de una madre ministra. Aquella tarde habíamos discutido duramente sobre la posibilidad de hacer un viaje a Francia para avanzar en mi carrera artística. Por supuesto, mi carrera estaba en Cuba.

Ignacio bajó a tomar una copa, o probablemente ya estaba allí. Era muy atractivo. Me había fijado por la mañana en su manera de hablar, en el juicio de sus preguntas, en su letra zurda. Me atrajo. Se acercó a mí e interrumpiendo mi “bossa nova”, nos descubrimos fusionando nuestros cuerpos en el recorrido del ascensor a su habitación. Pasamos juntos los siguientes días. Nos enamoramos, volvió a por mi, dos veces. Bueno, volvió a por nuestro hijo y a por mi.

Mi madre no lo permitió, incongruencias de la letra pequeña.

- No puedo creer que prefieres que tu hija y tu nieto vivan infelices. No puedo creer que robes a tu hija, lo que tú siempre quisiste tener y proclamas en tus charlas…un padre para su hijo- le reprochaba Ignacio.

- Yo nunca quise un hombre a mi lado ¡Tú que sabrás!- increpaba mi madre.

Ignacio renunció a la lucha y desapareció. La victoria, siempre, es para los cubanos. Aquí estoy, cinco meses después, tumbada con mi hijo en mi vientre, en mi Malecón. Pensaba en mi condición de bastarda, una de tantas hijas no reconocidas por su poderoso padre.

- ¡Va por ti, querido comandante!

Me introduzco la pastilla de arsénico bajo la lengua, me abro del todo la camisa, refugio a mi hijo entre mis manos. Me dejo caer al vacío de espuma y sal.

María Cabada.

Agosto 2010.

lunes, 2 de agosto de 2010

Prueba primera

Soy Susana, vivo en un mundo real, bueno, un mundo real vive alrededor de Susana. Casi todos los días Susana se baja de ese mundo, para tomar el tren del mundo de María. Unas veces se baja en la primera estación, otras recorre la línea entera. Cuando baja, Susana quiere seguir siendo María, pero no puede... o sí.



En el andén del nuevo día a veces Susana comienza siendo María.

domingo, 18 de abril de 2010

Cata de Vinos AVAN en La Rebelión de los Mandiles


En el día de hoy, hemos tenido el placer de asistir, de la mano de la Distribuidora VINOVIPS a una cata de vinos. Gracias Jose Luis.

El lugar, un curioso centro del vino en pleno barrio de La Latina en Madrid, denominado “La Rebelión de los Mandiles”, del que dicen es un lugar de experiencias donde el vino despierta los sentidos.



Tras un animado e interactivo recorrido por el museo, hemos disfrutado de la cata de varios vinos de las bodegas de Juan Manuel Burgos. Con viñedos de 30 hectáreas y 75.000 botellas elaboradas al año, estas bodegas de la Ribera del Duero en concreto de la zona de Fuentelcésped, elaboran fantásticos crianzas de vino tempranillo.

Los vinos se denominan AVAN (que es NAVA al revés, río que atraviesa Fuentelcésped).

A destacar el AVAN Terruño de Valdehernando 2008, elaborado con uvas 100% tinta del país de viñedo plantado en 1934 y con 18 meses en barrica de roble francés.

No menos interesante, el AVAN Cepas Centenarias 2008, elaborado con uvas 100% tinta del viñedo más viejo, casi centenario, de ahí el nombre del vino.



domingo, 24 de enero de 2010

Madeleine Peyroux


Llevo tiempo siguiendo a Madeleine Peyroux, ( Athens, 1973 ), cantante, guitarrista y compositora de jazz.

El divorcio de sus padres la lleva a trasladarse a París con su madre, donde a los 15 años comenzará a cantar tras descubrir la magia de la música en las calles en el Barrio Latino de París, a los 16, ya cantaba en gira por Europa con una banda de swing.
En el 96 da el salto a la música profesional con Dreamland. Desde entonces, y de la mano del productor Larry Klein, ha grabado sus tres últimos albumes.

Se mueve entre el jazz, el blues, a veces el Folk, hasta ahora esta vocalista que se había ganado el interés en el terreno de las versiones, abre la puerta de su bohemia intimidad para componer Bare Bones, escrito íntegramente por ella.



“Te obliga a hablar de ti misma. Los temas deben ser autobiográficos para que sean creíbles; no es un proceso agradable, pero sí necesario Al fin y al cabo, la meta de cualquier compositor es conocerse a sí mismo”, explica Peyroux.

Dueña de una voz impresionante, nos desplaza casi 80 años para hacernos escuchar hoy a la mismísima Billie Holiday, responsabilidad que ella no quiere asumir.

El último disco Bare Bones, se paseado por España, gracias al XXVI festival de Jazz de Madrid, con un concierto en el Teatro Circo Price de la capital.
Os dejo unos enlaces en media, de su página web para que podaís ver y escuchar a la señorita Peyroux.

jueves, 14 de enero de 2010

Sin respuestas


Por qué tanto llanto en las caras

Por qué gritas sin que se oiga

Por qué miras con ojos cerrados

Por qué corres sin avanzar



Por qué



Por qué no está mi madre a mi lado

Por qué se ha roto mi pijama

Por qué ya no estoy en mi cama

Por qué ya no tengo nada



Por qué







Texto: Susana Cabada

Foto: Reuters/Eduardo Muñoz ( en EL CONFIDENCIAL)

lunes, 11 de enero de 2010

Gregory Crewdson "Beneath the roses"

De nuevo, la galería de arte contemporáneo “La fábrica”, nos acerca, como lo hiciera con Francesca Woodman, a otro artista de la fotografía, Gregory Crewdson. Nace en Septiembre de 1962 en Park Slope, un barrio de Brooklyn.
Hay varios aspectos en su vida que influyen en la manera de entender los momentos que congela en sus fotografías.Uno de ellos, es su confesa su afición a escuchar con la oreja pegada al suelo, las conversaciones de su padre, psicoanalista, con sus pacientes en el despacho del primer piso de su casa.
Resultado de aquello parecen ser las angustias y ansiedades que muestran los protagonistas de sus fotografías, y su marcado sentido de pertenencia a un barrio, sus gentes y todo lo que flirtea con el misterio de lo cotidiano.





A este hecho se une que, con tal sólo 10 años de edad, su padre le lleva al MOMA de Nueva York a ver una exposición de la artista Diane Arbus, evento que le marca contundentemente en su evolutiva decisión de ser fotógrafo. Las fotografías de Crewdson se caracterizan por escenas surrealistas de los hogares americanos. Las escenas son aisladas, con imágenes oníricas y espeluznantes en las que el desamparo, la soledad, y la vida sin sentido son el elemento común, reflejo habitual de la psique del americano típico.






Cada fotografía escribe su propia narración pero nunca deja ver el instante después de la historia. La influencia de David Lynch, Hopper o Hitchcock quedan patentes en sus trabajos.
Una anécdota que persigue al fotógrafo en su biografía es la relacionada con sus participación siendo adolescente en un grupo de Punk Rock llamado “The Speedies”, para el que, uno de los temas que compusieron “Let me take your photo” llegó a ser en el 2005 banda sonora de una campaña de publicidad de Hewlett Packard para promocionar sus cámaras digitales.

Hasta el 30 de enero, en La Fábrica ( Madrid ), podemos verle por primera vez en España, con una exposición individual de 18 piezas.



Información y fotografías de:
Traducción realizada por fusiondearte.blogspot

lunes, 4 de enero de 2010

Sting, “If on a winter´s night”


Uno de los regalos que ha llegado a mis manos en estos días de tanta Paz y Felicidad deseada en compañía de los tuyos o los suyos …y que ha supuesto una bocanada de aire y respiro a mi introvertida soledad, ha sido el disco de Sting, “If on a winter´s night”, homenaje al invierno, estación favorita para Sting , que alcanza para él, toda la magia en Navidad.

Se declara agnóstico pero enamorado de las leyendas y símbolos católicos que describen el Nacimiento y primeros momentos de la Vida de Jesús. Podéis ver y escuchar en su web oficial los trailers creados, al propio Sting trasladando estas sensaciones.

El disco es una recopilación de pequeñas piezas tradicionales, anónimas algunas, e inéditas y creadas por Sting otras , tratadas con excelente respeto por músicos de la talla de : Kathryn Tickell y Julian Sutton, dos músicos tradicionales de Newcastle; la arpista escocesa Mary Macmaster; el chelista Vincent Ségal, el trompetista libanés Ibrahim Maalouf, la violinista Daniel Hope y el guitarrista Dominic Miller, a quien define como su "mano derecha e izquierda durante casi dos décadas".

Desde Fusiondearte, defino el disco como una gran pieza, pero lo que más conmueve es el Universo Sting que emerge alrededor del sonido. Creo, sinceramente que es lo que convierte este trabajo en obra maestra . Grabado en "Il Palagio", la bellísima villa que posee Sting en
Figline Valdarno, al sur de Florencia.



No hace falta ver las fotografías del libreto para que las notas te transporten a estancias estucadas en colores tierra, al calor de las antorchas , las telas y la buena compañía a través de cristales rompiendo una nevada atmósfera entre jardines y estanques helados.

Algunas piezas pueden definirse como renacentistas. Ciertamente, si nos ceñimos al término, el disco supone una ruptura artística con cualquier trabajo pasado de Sting, explora y progresa su universo musical anterior, con la renacentista intención de colocar al hombre, a través del arte de los instrumentos, en el centro del universo.

Sólo un matiz abierto a la opinión de todos. Hay una foto en este trabajo ( abajo ), de un Sting sereno, sujetando un vaso de lo que puede ser un té caliente. En la fértil tierra del sur de la Toscana, siendo cosechero y productor como es, ¿le sugeriríamos una buena copa de su reserva de Chianti como marco idóneo para esta obra de arte?

Hablaremos del Chianti en otro momento, ahora disfrutad de la música de Sting.
Fotos y datos extraídos de:
Libro con CD y DVD
Web oficial